El hígado y sus repercusiones orgánicas

El hígado es un órgano de vital importancia para el ser humano siendo el más grande del adulto y pesando alrededor de 1,5 Kg, aunque llega a los 2,3 o 2,4 Kg al estar ingurgitado de sangre. Está protegido por la caja torácica y consiste en dos lóbulos fusionados cada uno son sus vasos y drenaje biliar definidos, separados en la cara anterior por el ligamento falciforme.

Está rodeado de una cápsula con numerosas ramificaciones nerviosas (inervación idéntica al diafragma), lo que justificará la relación entre la disfunción de este órgano y la aparición de alteraciones en otros lugares del organismo.

Una de sus principales particularidades es que presenta una vascularización muy rica, tanto arterial por medio de las arterias hepáticas, como venosa a través de la vena porta que le suministra toda la sangre procedente del tubo digestivo.

Posee, además, su propio aparato excretor formado por los conductos biliares que dan nacimiento a las vías biliares extrahepáticas, a través de las cuales se vuelca la bilis al duodeno.

El hígado realiza importantes funciones metabólicas:

  • Regula el metabolismo de los hidratos de carbono:
    • Almacena glucógeno.
    • Glucogenolisis para aumentar la glucemia.
    • Gluconeogénesis a partir de aminoácidos, lípidos o hidratos de carbono simples.
  • Metabolismo de los lípidos:
    • Regula el contenido sérico de colesterol.
    • Segrega y sintetiza VLDL.
  • Metabolismo de las proteínas:
    • Degradación de aminoácidos.
    • Detoxificación del amoniaco en urea.
    • Síntesis de todos los aminoácidos no esenciales.
    • Síntesis de todas las proteínas plasmáticas y proteínas de la coagulación.
  • Almacenamiento de sustancias importantes para el metabolismo: hierro, vitaminas (A, D, B12).
  • Metabolismo y detoxificación de hormonas, fármacos y toxinas.
  • Encargado de formar la bilis:
    • Facilita la digestión de la grasas.
    • Vía de excreción para el colesterol y la bilirrubina.
    • Amortigua la acidez del quimo presente en el duodeno gracias a su contenido en bicarbonato.
    • Tiene una función inmunológica, ya que permite el transporte de inmunoglobulina A a la mucosa intestinal.
  • Libera una cantidad importante de calor, por lo que influye en la temperatura corporal.

Entre las posibles causas de que el hígado no funcione de una manera correcta se encontrarían:

  • Consumo de alcohol, lo que habitualmente genera a su vez hígado graso.
  • Sobrepeso y obesidad.
  • Hepatitis: A, B y C.
  • Insuficiencia cardíaca congestiva.
  • Enfermedad por almacenamiento de glucógeno.
  • Mononucleosis infecciosa.
  • Carcinoma hepatocelular.
  • Síndrome de Reye.
  • Cirrosis biliar primaria.
  • Intolerancia hereditaria a la fructosa.
  • Esteatosis (hígado graso causado por obesidad, diabetes y triglicéridos altos).

Pacientes con disfunciones hepáticas presentan, generalmente, una gran variedad de síntomas entre los que se encuentran:

  • Ictericia.
    • Es la coloración amarillenta de la piel y las mucosas que se produce por un aumento de la bilirrubina en la sangre.
  • Sensación de plenitud o incluso dolor en el cuadrante superior derecho del abdomen.
  • Acidez o reflujo.
    • Por una hipersecreción de ácido clorhídrico del estómago, que tiene una raíz causal hepática.
  • Cansancio matutino.
  • Piel grasa, acné y cualquier problema de piel que curse con picor.
  • Hígado graso.
  • Niveles de colesterol y triglicéridos elevados incluso en personas que se alimentan bien, pero por su carácter y/o su entorno se encuentran en permanente estrés.
  • Aliento cargado que desprende un vago olor a manzana o acetona.
  • Deseos de tomar chocolate, café, embutido y quesos.
  • Heces blanquecinas (por falta de bilis) y orina oscura.
  • Heces que flotan o con olor nauseabundo, también estreñimiento y diarreas (cualquier problema del intestino delgado puede tener su raíz en el hígado).
  • Sudoración e incomodidad durante el sueño, que hacen que el paciente se despierte por la noche.
  • Ascitis y circulación colateral.
    • Esto predispone a sufrir de hemorroides o varices esofágicas.
  • Encefalopatía hepática por exceso de toxicidad.
    • Confusión mental, trastornos del sueño, temblor muscular, hiperreflexia.
  • Manchas púrpuras en la piel o aparición de arañas vasculares.
  • Eritema palmar.
    • Enrojecimiento anormal de la palma de la mano.

Además de estos síntomas orgánicos, también se pueden presentar otras consecuencias provenientes de la disfunción hepática, como por ejemplo el estado congestivo vascular a nivel abdominal y pélvico. Esto predispone a sufrir trastornos ginecológicos como congestión uterina, vesical, de ovarios, de próstata o de testículos. En este caso, si sumamos que en la mujer se produce cíclicamente un proceso hormonal que da lugar a la menstruación o al embarazo, y que el hígado es el órgano encargado de la metabolización de las hormonas como hemos visto antes, se vuelve de vital importancia revisar y tratar el hígado en disfunción en este colectivo.

También se encuentran las consecuencias musculoesqueléticas que el hígado puede producir a distancia, que como ya vimos en otro artículo, se produce a través de la inervación que comparte el hígado con otras estructuras. En este caso, es posible que el hígado provoque un dolor en la zona del hombro derecho. Esto es debido a que, como también hemos visto antes, el hígado comparte numerosas ramificaciones nerviosas con el diafragma, que está inervado por el nervio frénico. Este nervio proviene de la raíz de C4, y de las raíces de C3 y C5 de manera accesoria. Por lo tanto, cualquier territorio musculoesquelético inervado por estos niveles es susceptible de sufrir dolor, en este caso la región del hombro derecho.

Además de esta explicación desde el punto de vista nervioso, también es posible una relación física directa. Una de las consecuencias del hígado en disfunción es su ptosis, es decir, su desplazamiento hacia abajo, lo que pone en tensión el sistema suspensorio del hígado con el diafragma, con el mediastino y con el sistema fascial que lo conecta al hombro. De esta forma puede existir una disminución de movilidad de la cintura escapular que tenga su origen en una ptosis del hígado.

Desde un punto de vista bioquímico también podemos relacionar una disfunción del hígado con la predisposición a sufrir una inflamación en cualquier estructura. Ya hemos visto que el hígado es responsable de la metabolización de las grasas, y las grasas de la inflamación. En este caso, se produce una aumento de la rigidez celular y una liberación de ácido araquidónico que, tras pasar a ácido araquidónico libre, libera sustancias inflamatorias como prostaglandinas de la serie 2, leucotrienos de la serie 4 y tromboxanos.

Sin embargo, al igual que las grasas pueden jugar un papel inflamatorio, también pueden hacer lo contrario. El consumo de grasas “buenas” que contengan ácidos grasos poliinsaturados como el omega 3 y sus productos finales EPA y DHA, producen la secreción de sustancias antiinflamatorias como prostaglandinas de las series 1 y 3 y leucotrienos de las series 3 y 5.

Por tanto, vigilar nuestra nutrición se vuelve necesario en el caso de disfunción hepática como acabamos de ver, pero también desde el punto de vista del exceso de toxicidad que también sobrecarga al hígado.

El hígado cuenta con un elaboradísimo sistema de desintoxicación para lograr mantener el equilibrio corporal. Este proceso está mediado por el citocromo p450 y se necesitan una media de unos 100 pasos para conseguir eliminar una toxina, y cabe destacar que los productos intermedios son aún más tóxicos que la sustancia inicial. Por esto necesitamos de un buen sistema antioxidante endógeno constituido por la GPX (glutation peroxidasa) y la SOD (superóxido dismutasa), a lo que se puede añadir la ingesta de vitaminas A, C y E.

Este proceso de desintoxicación consta de dos fases. Cuando el hígado acaba la fase I, necesita de una serie de sustancias (Se, Zn, etc) para poder iniciar la fase II. Si esto no es posible porque faltan esos nutrientes, el hígado intenta evitar la elevada toxicidad de esa sustancia sacándola de la circulación, y no volverá a introducirla hasta estar seguro de que puede llegar al final del proceso de desintoxicación. Esto es muy importante y explica el porqué no se deben suministrar suplementos depurativos, si no se restaura previamente la cantidad de oligoelementos necesarios para iniciar la fase II.

En la clínica Silvia Molins estamos formados en este abordaje nutricional para poder identificar y tratar estas posibles causas bioquímicas de disfunción hepática.

Como hemos visto, encontramos numerosas y variadas causas y consecuencias de alteración del hígado, por tanto el abordaje terapéutico deberá contemplarlas para conseguir un tratamiento eficaz.

En primer lugar se deberá revisar la postura del paciente para detectar las posibles influencias de las tensiones estructurales sobre el hígado (tendón central, diafragma, etc.) para posteriormente normalizar todas aquellas zonas en disfunción que condicionen esa tensión (bloqueos biomecánicos, acortamientos musculares y/o fasciales, etc.).

Una vez equilibrada la estructura relacionada, se debe tratar al hígado en sí mediante maniobras de movilización directa o bombeo además de normalizar la inervación vegetativa, revisando y manipulando los niveles vertebrales o la región craneal en relación.

Además sería conveniente realizar maniobras de descongestión vascular abdominal para mejorar las estructuras del sistema genitourinario que hemos visto previamente.

También deberemos prestar especial atención a la alimentación del paciente y proponer los consejos nutricionales oportunos para mejorar la función hepática.

Desde la clínica Silvia Molins estamos especializados en el diagnóstico y tratamiento osteopático de cualquier disfunción orgánica proveniente del mal funcionamiento del hígado, por lo tanto, si sufres de alguna de las alteraciones mencionadas anteriormente, ponte en contacto con nosotros para que podamos evaluar el problema y otorgarte la mejor solución posible.