Implicaciones nutricionales en la inflamación
La inflamación es una respuesta del organismo caracterizada por presentar todos o algunos de los siguientes síntomas: dolor, enrojecimiento, aumento de la temperatura o edema.
Estos procesos tienen como objetivo final eliminar las toxinas que se encuentran en los tejidos entorpeciendo el funcionamiento normal del organismo. Al ser un proceso de desintoxicación y de limpieza, no nos conviene eliminarla completamente a no ser que ponga en peligro la integridad de los tejidos. Por esta razón, se considera que la inflamación no debe suprimirse con drogas sino suavizarse dejando que cumpla su función ya que tiene un efecto sanador sobre el organismo.
Cuando no tenemos una dieta adecuada, o bien no ingerimos ciertos nutrientes esenciales o ingerimos algunos perjudiciales, podemos entrar en un estado de inflamación que se perpetúa en el tiempo llamada “inflamación crónica de bajo grado”. Como hemos visto, esto disminuiría la capacidad del organismo de eliminar las toxinas de sus tejidos y de repararlos, pudiendo predisponer a la aparición de lesiones o a la cronificación de las existentes.
En este sentido, la nutrición usada adecuadamente calma la inflamación tanto crónica como aguda a largo plazo. Se debe utilizar como ayuda en una crisis para calmar la inflamación, ayudarla a que cumpla su propósito y evitar que vuelva a reaparecer en el futuro. Una dieta antiinflamatoria junto con una suplementación adecuada favorecen los mecanismos normales a los que el cuerpo humano recurre en momentos de crisis inflamatoria. Si la dieta no favorece estos mecanismos, cualquier otro remedio que utilicemos ya sea natural o convencional va a resultar mucho menos eficaz.
Cuando surge una respuesta inflamatoria en el organismo, se liberan sustancias como prostaglandinas, leucotrienos, tromboxanos, etc. pero las podemos disminuir mediante la ingesta de determinadas sustancias como ácidos grasos poliinsaturados, vegetales de hoja verde o frutas, con alto poder en cuanto a la limpieza de toxinas y mejora de la función de los órganos encargados de su eliminación. Sin embargo, también podemos aumentarlas si consumimos alimentos que promueven la formación de ácido araquidónico (precursor de las sustancias inflamatorias), como pueden ser las carnes y otros alimentos de origen animal como los huevos o productos lácteos. Incluso una reducción en la cantidad de horas de sueño, como pasar de dormir 8 horas a dormir 6 horas, incrementa hasta en un 40% la formación de IL-6, también inflamatoria.
Además de estas consideraciones nutricionales o de sueño, también se pueden incluir en la dieta suplementos con acción antiinflamatoria como: vitaminas antioxidantes (A, C, E), metionina, aloe vera, bromelina, zinc, etc.
Como podemos ver, la relación entre la nutrición y la inflamación es muy importante, de manera que se vuelve imprescindible revisarla e introducir los cambios oportunos para lograr un mejor funcionamiento del organismo y una mejor resolución y reparación de las lesiones.
Desde la Clínica de Silvia Molins disponemos de los medios necesarios para detectar estas alteraciones y recomendarte las mejores opciones nutricionales para que, junto con nuestro tratamiento, la resolución de tu patología sea lo más completa, rápida y duradera posible.