Las lesiones de los meniscos

Los meniscos son láminas semilunares de fibrocartílago que se apoyan en la cara articular de la tibia y absorben las cargas que pasan a través de esta articulación. Existen dos, uno en la parte medial y el otro en la lateral.

En un corte transversal tienen forma de cuña y se insertan con firmeza en sus extremos a la región intercondílea de la tibia. Sin embargo, no son estructuras exactamente iguales, mientras que el menisco medial tiene una forma de “C”, más ancho por detrás que por delante; el menisco lateral es prácticamente circular y se adapta a la forma del cóndilo lateral de la tibia.

En cortes perpendiculares a su eje, los meniscos son triangulares, con una cara superior cóncava para recibir a los cóndilos femorales, una inferior casi plana para adaptarse a la tibia y otra externa a la que se fija la cápsula articular, mientras que su borde libre es fino.

La zona periférica es gruesa y está vascularizada por asas capilares procedentes de la cápsula y de la sinovial, mientras que la región interna es avascular. Esto explica que roturas de menisco en la parte interna no provoquen dolor y las de la parte externa sí.

Aunque están colocados sobre la tibia, no se adhieren a ella más que por los extremos de sus arcos o cuernos por lo que pueden deslizarse sobre ella, en la extensión hacia adelante y en la flexión hacia atrás, motivo por el cual pueden ser pellizcados por el cóndilo que los rompe o arranca. Por este motivo comprenderemos más tarde como se lesionan los meniscos.

La composición del tejido meniscal es compleja. El menisco es un fibrocartílago compuesto por colágeno, aunque también también está constituido por glucosaminoglicanos, glucoproteínas y fibrocondrocitos. Las fibras de colágeno se encuentran organizadas longitudinalmente para absorber las fuerzas de compresión que se generan en la rodilla, pero también contienen fibras radiales que aumentan la resistencia del tejido.

¿QUÉ FUNCIONES TIENEN LOS MENISCOS?

Los meniscos ayudan a la congruencia articular entre la parte distal del fémur y la proximal de la tibia. Debido a que las cavidades glenoideas de la tibia presentan una concavidad poco marcada que no se adapta bien a la convexidad mucho más pronunciada de los cóndilos femorales, los meniscos elevan sus bordes y aumentan su profundidad. Así mismo, forman una especie de almohadilla elástica debajo de los cóndilos capaz de adaptarse a su forma y transmitir a la tibia, de manera uniforme, las presiones que recibe, sobre todo en la posición de hiperextensión y apoyo de la rodilla, por lo que ofrecen también amortiguamiento.

Debido a las relaciones que guardan con el resto del aparato capsuloligamentario de la rodilla estabilizan los movimientos articulares mediante el relleno del espacio muerto que existe entre los cóndilos y los platillos tibiales, adaptándose sin cesar a la forma de este espacio que varía según las posiciones en extensión y flexión de la rodilla, así como durante los giros por rotaciones.

También favorecen mecánicamente la lubricación intraarticular al permitir con sus desplazamientos una distribución eficaz del líquido sinovial.

Por último, pero sumamente importante: protegen e interactúan con el cartílago articular ubicado por arriba y debajo de ellos, al reducir la fricción provocada por las solicitaciones propias de la rodilla.

¿CÓMO SE LESIONAN?

Las lesiones de meniscos se producen generalmente por un mecanismo de rotación de la rodilla cuando el miembro en apoyo se encuentra en semiflexión, ya que ejerce un cizallamiento sobre el cuerpo del menisco mientras éste está sujeto a la periferia capsular. Esto es de 5 a 7 veces más frecuente en el menisco medial que en el lateral.

Tanto las rupturas longitudinales como las transversales del cuerpo meniscal pueden suceder así, aunque la hiperextensión o la hiperflexión también producen lesiones, sobre todo de las astas anteriores o posteriores de los meniscos.

Además, las posiciones bruscas de la rodilla en varo o valgo suelen causar desgarros meniscales. Si el trauma en valgo es intenso, se puede producir una ruptura del menisco medial, del ligamento lateral medial y del ligamento cruzado anterior, entidad patológica conocida como “Tríada de O’Donoghue”.

¿CÓMO SE DIAGNOSTICA SU LESIÓN?

El diagnóstico de las lesiones meniscales es fundamentalmente clínico y se basa en los antecedentes de lesión y práctica deportiva, el estado referido por el paciente y la exploración.

Los síntomas indicativos de lesión meniscal son:

  • Dolor en la interlínea articular femorotibial.
  • Derrame articular.
  • Bloqueos de rodilla.

Su intensidad dependerá del tamaño y estabilidad de dicha rotura. El dolor suele ser referido a la zona del menisco lesionado. Aunque hay mucha variabilidad clínica, a veces se refiere como dolor profundo, otras veces irradiado a hueco poplíteo o incluso puede referirse al lado contralateral.

El derrame articular es mucho más indicativo de lesión meniscal si se produce a las pocas horas de la lesión. También se pueden producir derrames repetidos en roturas crónicas cuando la porción meniscal rota queda atrapada entre el fémur y la tibia y se produce una fuerte tracción en la periferia del menisco.

El bloqueo articular ocurre en roturas meniscales amplias que presentan un fragmento móvil que ocasionalmente queda atrapado entre las superficies articulares. Cuando esto ocurre, es imposible para el paciente realizar la extensión completa o la flexión completa de la rodilla, tanto por el dolor como por la obstrucción mecánica que ocasiona la interposición del fragmento.

A la exploración, puede ser evidente una atrofia de cuadríceps inducida por el desuso debido al dolor, además de lo descrito anteriormente. Además se realizan pruebas diagnósticas como McMurray, Apley, etc.

Como complemento a esta exploración están las pruebas de imagen, que pueden ayudar a arrojar luz sobre el diagnóstico siendo la más utilizada la resonancia magnética nuclear (RMN), ya que puede evidenciar signos de intensidad anormal en el fibrocartílago o ver su rotura o separación de la cápsula. Con este estudio, los trastornos traumáticos del menisco pueden ser demostrados mediante signos de intensidad anormal en el sustrato del fibrocartílago o por la distorsión de su configuración triangular o por la separación periférica de su cápsula.8 Se ha descrito un sistema de graduación de I al III para estos signos anormales que pueden correlacionarse con cambios anatómicos, de la siguiente manera: Grado I: Degeneración zonal difusa. Grado II: Degeneración difusa mayor junto a la cápsula. Grado III: Ruptura, alteración de los lados del triángulo.

A nivel osteopático debemos hacer una revisión corporal global que nos permita observar alteraciones en otras regiones que puedan estar influyendo sobre la rodilla modificando su funcionamiento. Es posible que alteraciones de origen podal puedan solicitar una mayor presión en alguno de los compartimentos de la rodilla favoreciendo así su lesión. O también podría ocurrir lo mismo cuando existiera una disfunción a nivel pélvico. Por este motivo consideramos de gran importancia la realización de este examen para mejorar la función del sistema.

¿Y CÓMO SE TRATA?

Además del tratamiento osteopático conservador que podemos realizar mediante el ajuste de las estructuras en disfunción que hemos comentado, también habrá que potenciar la musculatura estabilizadora, flexibilizar las estructuras articulares, mejorar la propiocepción o incluso aplicar medios físicos como la diatermia para ayudar con la inflamación y mejorar el proceso de reparación del tejido.

Sin embargo, es posible que el tratamiento conservador no consiga recuperar la lesión y haya que recurrir al tratamiento quirúrgico. En este caso, la artroscopia es el procedimiento de elección, siendo las técnicas más utilizadas:

  • Remodelación meniscal.
  • Sutura meniscal.
  • Transplante meniscal.

ADEMÁS DE TODO ESTO, ¿HAY ALGO MÁS QUE PUEDA HACER?

Es relativamente frecuente que se pregunte por la necesidad o no de introducir medicamentos protectores de cartílago, o del consumo de colágeno, magnesio, etc.

Si bien es cierto que estos medicamentos han demostrado su eficacia a la hora de reducir el desgaste del cartílago, no es imprescindible su toma si se quiere gozar de una buena salud articular. El movimiento o el sometimiento del cartílago a estímulos de carga por debajo del nivel lesivo, han demostrado también su eficacia en la regeneración del cartílago y en el buen funcionamiento de la articulación.

Por otro lado, el colágeno es una proteína de una calidad baja, es decir, que le es muy fácil al organismo generarla en función de sus demandas si la nutrición es correcta. Asimismo, el magnesio también está presente en multitud de alimentos de una nutrición equilibrada.

Por tanto, sería mejor opción mejorar nuestra dieta aportando un consumo suficiente de frutas, verduras y hortalizas, proteínas de buena calidad y un estilo de vida más activo, que suplementar con sustancias que nuestro organismo puede generar. Aún así, si el cartílago articular está muy degenerado o la persona no puede mantener una buena nutrición por otro motivo, entonces sí que podríamos valorar su inclusión.

En la clínica Silvia Molins llevamos mucho tiempo valorando y tratando trastornos de la rodilla como las patologías meniscales. Realizamos un buen examen diagnóstico y ponemos todos los medios a nuestra disposición para una buena recuperación. Así que, si sufres de la rodilla acude a la clínica para que podamos ayudarte a encontrar la mejor solución posible.