Osteopatía en el latigazo cervical

El latigazo cervical o esguince cervical, también denominado “whiplash”, es un mecanismo de aceleración-desaceleración cuya energía es transferida al cuello de un sujeto, en el que se produce una hiperextensión de la columna cervical seguida de una hiperflexión brusca, todo ello de improviso y con la musculatura relajada. La anatomía de la columna cervical no solo alberga y protege a la médula espinal, sino que apoya la cabeza y permite un alto grado de movilidad y de amplitud de movimiento. Pero la misma configuración que permite que esta parte de la columna sea tan flexible también la deja vulnerable a las lesiones.

Puede ocurrir por un accidente de tráfico (90% de los casos) o por una caída hacia atrás accidental o practicando una actividad deportiva (esquí, fútbol,…).

Este mecanismo puede ocasionar lesiones óseas y del tejido blando que pueden cursar con una gran variedad de manifestaciones clínicas, como dolor de cuello, con o sin irradiación a los brazos, mareos, tinnitus (zumbido de oídos), dolor temporomandibular, cefaleas, parestesias u otros síntomas neurológicos en la extremidad superior.

La principal estructura dañada es la articulación y la cápsula ya que es la que más sufre la compresión, y por tanto es la mayor responsable del dolor. Los tres músculos que más sufren en el latigazo cervical son: el esternocleidomastoideo, el trapecio superior y el esplenio de la cabeza principalmente. El ligamento que más se lesiona es: el ligamento nucal o cervical posterior. La otra estructura dañada es el nervio, siendo los más frecuentes: el occipital mayor y el mediano.

Como vemos estamos ante una patología compleja, e igual de complejo es poder clasificarla. Sin embargo, existe una escala de 1995 aún vigente en la actualidad, que se ha utilizado para clasificar el esguince cervical según la sintomatología que se presente. Esta escala es la “Quebec Task Force” (QTF).

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Clasificación médica de la severidad del esguince cervical y las lesiones asociadas: Quebec Task Force

Sin embargo, en muchas ocasiones, el dolor y la discapacidad asociada persisten en el tiempo de manera indefinida dando lugar a una “cervicalgia crónica”. En la mayoría de los casos, en los que se ha descartado patología grave, y pese a que existen diferentes teorías biomecánicas, no es posible identificar ninguna lesión anatómica que justifique el mantenimiento del cuadro del paciente. En este sentido, al igual que ocurre en el dolor cervical de origen no traumático, la presencia de cambios radiológicos como osteofitos, degeneración articular, cambios discales o rectificación cervical, no suponen un peor pronóstico ni tienen necesariamente relación con los síntomas del paciente.

A día de hoy, sabemos que desde las primeras semanas tras el traumatismo, se observan frecuentemente cambios en el procesamiento del dolor, con cambios sensoriales relacionados con disminución de los umbrales de dolor, tanto en la región cervical “como en otros sitios del cuerpo no relacionados directamente con el proceso”.

Por tanto, es necesario considerar qué mecanismos pueden estar provocando un mantenimiento de los síntomas, aún en ausencia de una lesión estructural. Aquí es donde, ampliando la visión y contemplando al resto del cuerpo como un sistema interrelacionado, se pueden encontrar diferentes estructuras que también estarán en disfunción y que serán responsables del mantenimiento de la sintomatología dolorosa, o bien de los síntomas asociados.

Desde un punto de vista osteopático, y analizando el mecanismo lesional, se presentan en la mayoría de los pacientes las siguientes disfunciones:

  • Anteriorización del sacro.
  • Anteriorización de las vértebras dorsales medias.
  • Anteriorización de las vértebras cervicales.
  • Anteriorización e impactación del occipital entre los temporales.
  • Temporales en rotación interna traumática.
  • Compresión de la sincondrosis esfenobasilar.

Como vemos, existen más estructuras que sufren además de las cervicales y que pueden explicar en gran medida ese mantenimiento de los síntomas en el tiempo, o su relación con síntomas asociados que no podrían ser explicados sólo mediante una disfunción cervical local.

Nos referimos a que esa impactación del occipital entre los temporales que están en rotación interna traumática, son la causa de una compresión a nivel del agujero rasgado posterior, que es la estructura por la que emergen del cráneo estructuras muy importantes. Por un lado la vena yugular interna, responsable del drenaje venoso de más del 80% de la sangre intracraneal, y los pares craneales IX, X y XI. Esto nos explica la sensación de mareos, tinnitus o cefaleas que presenta el paciente. Además también el mantenimiento de la hipertonía muscular en dos de los músculos afectados, como son el trapecio y el esternocleidomastoideo.

Si, además, tenemos en consideración que existe una anteriorización del sacro, y de las vértebras dorsales y cervicales, podemos ver la gran tensión a la que estará sometida la duramadre (capa más externa de las meninges que recubren al encéfalo y a la médula espinal). Esto nos mantendrá la sintomatología que acabamos de describir, y además será responsable en gran medida de la pérdida de movilidad articular del cuello.

Por último, la compresión de la sincondrosis esfenobasilar puede llevar al sujeto a un estado de alteración del control hormonal, y dar como resultado los síntomas de decaimiento, fatiga o incluso depresión que se presentan en muchos de ellos.

Como podemos ver, el latigazo cervical es una lesión de gran importancia y donde intervienen más estructuras de las que podríamos pensar en un principio.

En la clínica Silvia Molins tenemos una amplia experiencia tratando con este tipo de patologías y sus consecuencias. Por tanto, si presentas alguno de los síntomas que hemos descrito, y has tenido un accidente de coche o alguna otra caída, reserva cita con nosotros y te ayudaremos a reencontrar el equilibrio y a que remitan los síntomas y se resuelva la patología.