Resistencia a la insulina
Podríamos definir la resistencia a la insulina como la situación en la que esta hormona tiene menor capacidad para introducir la glucosa presente en la sangre hacia el interior de las células, haciendo que se mantenga en sangre en concentraciones más elevadas de lo normal, lo que se conoce con el nombre de “hiperglucemia”.
Cuando una célula tiene necesidad de algo, lo pide, y la forma que tiene de pedirlo es expresando en su superficie un receptor de membrana. En el caso de que la célula necesite glucosa, expresará en su superficie un receptor para la insulina. Cuando la insulina se acopla al receptor se producen una serie de reacciones que dan lugar a la migración del GLUT-4 (proteína transportadora de glucosa) desde el citosol a la membrana. Una vez está ahí, comienza a introducir glucosa del medio extracelular al medio intracelular pero, ¿hasta cuándo?, pues hasta que ya ha satisfecho sus requerimientos y, en ese momento, quitará el receptor de la membrana dando por concluido el proceso.
Todo esto parece sencillo, pero no, el problema que tenemos habitualmente en una gran parte de la población es que llevamos una alimentación con una carga muy elevada de azúcar, y más bien baja en actividad física. Esto hace que, pese a que hayamos introducido la glucosa en la célula, sigue quedando mucha fuera, en el medio extracelular, es lo que hablábamos al principio de hiperglucemia.
Nuestro organismo necesita bajar esa concentración de azúcar, así que el hipotálamo, al detectar esta situación, estimulará al páncreas para generar más insulina y así bajar el azúcar, pero como la célula ya está llena no tiene expresado el receptor y la insulina no se puede acoplar. Esto es lo que se conoce como “RESISTENCIA A LA INSULINA”.
Por tanto, hemos llegado a un punto en el que tenemos una situación de “hiperglucemia” y también de “hiperinsulinemia”, y esto nos va a dar lugar a una serie de consecuencias en nuestro organismo que veremos a continuación.
La sobreestimulación a la que se somete al páncreas para generar insulina, puede provocar su agotamiento de forma precoz, y eso predisponernos a sufrir en el futuro de “diabetes tipo II”, algo muy frecuente hoy en día en edades cada vez más tempranas y cuyo principal factor es el relacionado con la alimentación.
Esta hiperglucemia con hiperinsulinemia, provoca:
- Inhibición de la lipólisis.
- Estimulación de la síntesis de triglicéridos.
- Disminución en la concentración de carnitina.
Todo esto está relacionado y favorece la aparición de “obesidad”.
Por otro lado, esta hiperinsulinemia activa al sistema renina-angiotensina-aldosterona-adh, lo que provocará un aumento en la reabsorción renal de agua, sodio, potasio, etc. Esto podría dar lugar a la aparición de:
- Hipertensión arterial.
- Cardiopatía isquémica.
- Ovario poliquístico.
- Enfermedad renal.
Esta hiperinsulinemia también provoca un aumento en la producción de colesterol y una disminución de la motilidad de la vesícula, lo que propiciará la aparición de:
- Cálculos biliares.
La alimentación hiperglucemiante que llevamos, consumiendo principalmente alimentos con una carga glucémica alta, nos predispone a sufrir “hipoglucemias reactivas”. Éstas generan la producción de catecolaminas que estimulan al adipocito a segregar:
- Interleucina 6.
- Proteína C reactiva.
- Factor de necrosis tumoral α.
La producción de estas sustancias hace que vivamos en un estado que se conoce como “inflamación crónica de bajo grado”.
Así que, resumiendo, tenemos un estado de agotamiento del páncreas con diabetes tipo II, obesidad, hipertensión arterial y enfermedad cardiovascular, aumento del colesterol, cálculos biliares, trastornos inflamatorios, etc. A todo esto es a lo que se conoce como “SÍNDROME METABÓLICO” o “SÍNDROME X”.
¿Qué síntomas podemos presentar si sufrimos de hipoglucemias reactivas?:
- Apetencia de azúcar.
- Cansancio general (principalmente de 11 a 17 horas).
- Dolores de cabeza.
- Trastornos del estado de ánimo (depresión, irritabilidad, cambios de humor, ansiedad, hiperemotividad).
- Mareos, temblores.
- Presión en el pecho.
- Hormigueos en las extremidades.
- Dolores vertebrales.
- Extremidades frías.
Según el género al que pertenezcamos, podemos presentar más predisposición a unos síntomas u otros:
- Resistencia a la insulina en mujeres:
- Aumento de la grasa abdominal.
- Cansancio y dolores musculares (fibromialgia).
- Raíz grasa del cabello, caída.
- Hirsutismo (crecimiento del vello), acné.
- Infertilidad, o abortos en el primer trimestre,
- Ansiedad por comer cosas dulces por las tardes.
- Serotonina baja.
- Resistencia a la insulina en hombres:
- Aumento de la grasa abdominal.
- Ronquidos o apnea del sueño.
- Colesterol o triglicéridos elevados.
- Verruguitas en el cuello y las axilas.
- Retención de líquidos.
- Hígado graso.
- Cefaleas, irritabilidad, insomnio.
Entonces, ante toda esta situación, ¿cómo podemos saber si tenemos resistencia a la insulina?. Si presentamos:
- Un IMC (índice de masa corporal) mayor a 30.
- Un perímetro de cintura:
- Mayor de 88 cm en la mujer.
- Mayor de 102 cm en el hombre.
- Intolerancia a los hidratos de carbono, con una glucemia en ayunas mayor a 110g/dl.
- Tensión arterial mayor a 140/90 mmHg.
- Colesterol HDL bajo:
- Menor de 45 mg/dl en la mujer.
- Menor de 50 mg/dl.
- Triglicéridos por encima de 200 mg/dl en ambos sexos.
También existe un test de tolerancia a la glucosa, pero no es fiable al 100%, puesto que puede no resultar alterado incluso existiendo resistencia a la insulina.
También hay mayores probabilidades de padecer resistencia a la insulina si:
- Se tiene sobrepeso.
- No se realiza actividad física.
- Alguno de los padres o hermanos padece diabetes tipo II.
- Se padece al síndrome de ovarios poliquísticos.
- Se tiene más de 45 años.
Como hemos visto hasta ahora, la resistencia a la insulina y el síndrome metabólico pueden cursar con síntomas muy variados, de entre los cuales están los musculoesqueléticos. Entre las razones de que esto suceda se encuentra que los órganos en disfunción generan alteraciones a distancia a través de la inervación que comparten con otras estructuras, y también zonas de dolor referido. Por tanto, es muy importante realizar una correcta evaluación del problema, de lo que estamos especializados en la clínica Silvia Molins, pudiendo además proponer medidas para revertir la situación desde el punto de vista nutricional.
Para conseguir un estado en el que no generemos hiperglucemias, deberíamos consumir alimentos de carga glucémica media o baja, y nunca, o sólo en ocasiones esporádicas, alimentos de carga glucémica alta.
- Alimentos con carga glucémica alta:
- Azúcares, harinas, patatas, arroz refinado y arroz integral, maíz, miel, pan, chocolate, fritos, alcohol.
- Alimentos con carga glucémica media:
- Cereales integrales, legumbres, carnes, pan germinado, ensaladas con hortalizas y/o proteínas.
- Alimentos con carga glucémica baja:
- Verdura, pescado, aceite, huevos, frutos secos crudos.
Además, existen algunos trucos para conseguir bajar la carga glucémica de los alimentos:
- Pasta y arroz al dente.
- Vegetales crujientes.
- Cualquier alimento + verdura.
- Cualquier alimento + almendras.
- Cualquier alimento + proteínas.
- Sin embargo, los purés y los zumos aumentan la carga glucémica.
Por otro lado, también podemos recomendarle la manera de luchar contra el apetito compulsivo mediante la regulación de los neurotransmisores, mediante el 5-hidroxitriptófano, fenilalanina, GABA, o disminuyendo la resistencia a la insulina mediante EPA-DHA, vanadio quelado, cromo, antioxidantes, etc.
Si después de todo crees que presentas molestias físicas que pueden estar relacionadas con el síndrome metabólico, ponte en contacto con la clínica Silvia Molins para que podamos asesorarte de que medidas nutricionales o de actividad física te convienen, al mismo tiempo que aliviamos tus síntomas para que recuperes un estado óptimo de salud.