A lo largo de la historia, las recomendaciones sobre el ejercicio físico a las embarazadas, se basaba más en criterios sociales o culturales que en evidencias científicas contrastadas.
Ahora sabemos que el ejercicio físico, no solo no es perjudicial si no recomendable. Ejercicios de bajo impacto (que no sean de intensidad máxima o cerca de la máxima) como caminar, danza oriental, natación, pilates, yoga o clases especialmente dirigidas al embarazo, son idóneas en esta etapa de la vida.
Es importante tener en cuenta la necesidad de tener una adecuada y completa valoración del ginecólogo, que junto con el fisioterapeuta tendrán en cuenta:
- Tu edad y ocupación
- Antecedentes obstétricos
- Tiempo de embarazo
- Estado nutricional
- Nivel de estado físico, porque no podrá realizar el mismo tipo de ejercicios una mujer sedentaria antes del embarazo que otra con una actividad física fuerte.
- Aptitudes, preferencias, disposición, facilidades y motivaciones.
Son muchas las ventajas:
- Estira y mantiene el tono de los músculos que soportan el peso del cuerpo y los que van a participar en el parto
- Prepara la parte superior del cuerpo para las demandas del cuidado del recién nacido
- Oxigena el cuerpo de la madre y el feto
- Previene de dolores musculares y articulares que suelen aquejar durante el embarazo y en el postparto
- Ayuda a evitar problemas del suelo pélvico que causan pérdidas de orina, problemas en las relaciones sexuales y lumbalgias
- Mejora la circulación
- Proporciona relajación
Así que recordar que la actividad física en la mujer que presenta un embarazo normal, no está contraindicada. Sí es cierto que, es preferible, que la práctica deportiva sea más controlada y moderada, pero el ejercicio ayuda a afrontar los cambios corporales de forma.